El 30 de abril de 1974, una vagoneta de Renfe arrolló a la niña María Falagán, lo que provocó una manifestación espontánea para reivindicar un paso subterráneo
Aquel titular de El Norte de Castilla era bastante expresivo de la indignación que se vivía en el barrio: «Otro accidente mortal en el paso a nivel de la Pilarica». No era para menos. Aquella barriada nacida a finales del siglo XIX a base de población obrera procedente del campo era, a la altura de los años 70, sinónimo de pobreza, marginalidad y carencias.
La estampa no podía ser más desoladora: casi todas las calles estaban sin asfaltar, la red de alcantarillado era muy limitada y la de agua potable, más que deficiente. Aquella década, además, no fue pródiga en mejoras en este terreno, más allá de la desaparición de las casas molineras en la zona oeste, donde en 1972 se inauguró el Ambulatorio de la Seguridad Social, y la urbanización, merced a una intensa lucha vecinal, de la calle y los accesos al mismo y al Colegio público Gabriel y Galán.

Periódico El Norte de Castilla día 2 de marzo de 1974
Pero lo más importante es que la vía del ferrocarril seguía siendo la frontera maldita del barrio, la clave de una segregación que parecía imposible de ser franqueada. En tiempos de agitación obrera y vecinal, de extrema politización y de convulsión huelguística, llegó la gota que colmó el vaso.
Ya lo dejaba entrever la triste nota que El Norte de Castilla publicó el 1 de marzo de 1974 en la sección «Vida local»: «Desde esta misma sección, y en otras de nuestro periódico, hemos llamado la atención en varias ocasiones sobre la peligrosísima localización de este paso a nivel, que ve aumentados sus inconvenientes al ser tránsito obligado pare un gran número de escolares de corta edad en varias ocasiones al día».
El paso a nivel, en efecto, se erigió en sangriento protagonista el 30 de abril de 1974. Ese día, una niña de siete años, María Rosa Falagán Hernández, pereció arrollada por una vagoneta del servicio de reparaciones de Renfe. Otra víctima más: ya sumaban cuatro en cinco meses. La cólera no se hizo esperar.
«¿Sería tan costoso construir un paso subterráneo?», se preguntaba el decano de la prensa. «Costoso o no, el asunto se plantea ya como imprescindible e improrrogable. Esta parece ser, al menos, la vibrante opinión de todo el barrio que vive bajo una psicosis de terror después de los cuatro mortales accidentes ocurridos en el citado paso a nivel en los últimos cinco meses».
El funeral, celebrado al día siguiente, 1 de marzo de 1974, en la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, regida por los jesuitas, fue mucho más que un gesto unánime de dolor; fue también, en efecto, un ejercicio solidario de indignación y reivindicación. Nada podía prever lo que se avecinaba. Cientos de vecinos se agolparon en las cercanías de la vía, junto a la iglesia y los bancos, y decidieron, en asamblea improvisada, organizar una protesta pacífica.
El Norte de Castilla, fiel cronista de la primera gran manifestación ciudadana del barrio, relató lo ocurrido con todo detalle: «Tras acompañar hasta el puente del río Esgueva la blanca caja, que fue portada a hombros por compañeras de clase de la fallecida, gran número de personas, una vez hubo finalizado el canto del Padrenuestro, entró por segunda vez en la iglesia hasta llenarse. En el templo dio comienzo una asamblea para ver qué medidas adoptar para que sea construido el ansiado subterráneo.
Al final, y después de una breve discusión de las distintas alternativas expuestas, los asistentes, en su mayoría mujeres y niños, acordaron dirigirse hacia el Ayuntamiento de forma ordenada».
Así hicieron bajo la estrecha vigilancia de un jeep de la Policía Armada. Según informes de la Dirección General de la Guardia Civil, sumaban cerca de 300 personas. Su intención era solicitar al Ayuntamiento la construcción de un paso subterráneo que contribuyera a contener los cada vez más frecuentes e impredecibles accidentes. Sin pancartas ni panfletos. Ni siquiera los partidos y sindicatos clandestinos tuvieron algo que ver en la movilización, se vieron rebasados por el espontáneo descontento popular.
Sin embargo, la comitiva avanzó poco. A la altura de la calle Cárcel Corona la policía frenó en seco la manifestación y procedió a detener a algunos de quienes la encabezaban. El resto de manifestantes profirió gritos contra la fuerza pública y se distribuyó, corriendo, por la Plaza de San Juan y la calle Don Sancho. En Fray Luis de León fueron nuevamente interceptados por varios jeeps.
Pese a todo, algunos lograron llegar a la Plaza Mayor y expresar su indignación antes de ser disueltos por la policía. Un joven resultó detenido. «Ante estos hechos, el Ayuntamiento nos informó que el proyecto primitivo de la construcción de dos pasos subterráneos en aquella zona data del 28 de noviembre de 1969, siendo adjudicadas las obras a Benito Simón el 27 del mismo mes del año siguiente», informaba El Norte de Castilla.

Periódico El Norte de Castilla día 1 de marzo de 1974
Era cierto; tanto, como que los trabajos habían tenido que aplazarse a causa de una solicitud de Renfe, pues también por entonces comenzaron las obras del paso de las Puertas de Tudela, lo que el citado Benito Simón denunció el 14 de diciembre de 1972. Desde ese momento hasta finales de 1973 se modificó el proyecto, cuya aprobación definitiva se produjo el 27 de diciembre; quince días antes del mortal accidente había salido publicada en el Boletín Oficial del Estado la convocatoria de subasta. Contemplaba la realización de dos pasos: uno en la calle Villabáñez-Casasola y otro en la de Rafael Cano, todo ello presupuestado en algo más de 8 millones de pesetas.
El 9 de marzo, una vez finalizado el plazo de presentación de solicitudes, ningún licitador había concurrido, por lo que la subasta quedó desierta. El Ayuntamiento lo achacaba al espectacular alza de los precios de los materiales de construcción. Sin embargo, la gravedad del caso y el creciente malestar en el barrio hicieron que la Corporación, presidida de manera accidental por Francisco Fernández Santamaría, aprobara en el Pleno del 12 de marzo de 1974, al que asistieron varios vecinos de La Pilarica, entre ellos el padre de la niña atropellada, un expediente sumario de urgencia que permitiera la contratación directa de las obras.
Adjudicadas a OSEPSA (Obras y Servicios Públicos, S.A.), comenzaron el 14 de marzo y finalizaron en septiembre de 1974. El día 7 de este mes, siendo alcalde Julio Hernández Díez, quedó abierto al público el paso de la Plaza d Rafael Cano.
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